La gastronomía, además de sabor, derrocha historia. Es un canal de transmisión de tradiciones, y en Mosqueruela ‘haberlas haylas’, y muchas. Con la Pascua asomando la cabeza, es inevitable hacer referencia al producto gastronómico por antonomasia de esta época del año: las roscas. Son la deliciosa versión local de las conocidas ‘monas’, productos de repostería elaborados con harina, huevo y azúcar en el caso de las roscas dulces, y que con el tiempo han ampliado formatos y sabores: en Mosqueruela son típicas las que llevan piezas de conserva de cerdo en su interior.
Simbolizaban el fin del veto alimentario que imponía la Cuaresma, anunciando que ésta había tocado a su fin. Su nombre proviene del árabe ‘muna’, que significa obsequio. Y es que la tradición marcaba la visita a casa de los padrinos y madrinas el domingo de Pascua para recoger la rosca que regalaban a sus ahijados.
A partir de ahí, con este manjar en mano, el plan era ir a merendársela con las cuadrillas de amigos. Ese mismo domingo, o el lunes y martes de Pascua. Al Tajo, al Gamelloncillo, a la fuente de la Huerta o la del Maestro, al paraje de San Lamberto, a la ermita de San Antonio…
Las panaderías de Mosqueruela muestran estos días en sus vitrinas y escaparates decenas de estas joyas de la gastronomía. En su versión salada y dulce. Recubiertas todas ellas con los huevos duros que le imprimen sello propio. Tradición con mucho sabor, al alcance de la mano.