El bureo en el paso del tiempo y la evolución a la que va unido, así como el cambio en las costumbres y en las formas de vivir, condicionan también el modo en el que nos relacionamos los seres humanos.
No hace mucho tiempo el hábitat disperso era una característica fundamental de muchas zonas de Aragón. Vivían casi las mismas personas en los núcleos urbanos que en las explotaciones agrarias que se encontraban en los campos y en los montes.
Las masadas eran núcleos económicos y familiares en los que se vivía durante todo el año, y los masoveros constituían un importante segmento de la sociedad.
Entre esas zonas destacan las del Maestrazgo y la serranía de Gúdar-Javalambre, en la provincia de Teruel. Una zona que cuenta con todos los condicionantes que provocan los bureos. No disfrutaban de avances como la luz eléctrica, y tenían grandes dificultades para ir a la escuela.
Los masoveros llegaban a sentirse inferiores, de la misma forma que los del pueblo se mostraban superiores, por lo que se mostraban hoscos y tímidos cuando bajaban al pueblo. Pero como siempre, había excepciones
El bureo estaba muy relacionado con el calendario laboral de una explotación agrícola y ganadera como eran las masadas. Empezaban a celebrarse en octubre, acabados los trabajos de la recolección, y se mantenían durante todo el otoño e invierno, hasta Carnaval o Pascua. Era el período en el que las tareas agrícolas necesitaban menos atención, pero también cuando más frío hacía. Tenían lugar los domingos o festivos a partir de las nueve de la noche, después de dar de comer a los animales, y se prolongaban hasta las rtes o las cuatro de la madrugada, según la animación que hubiese. Era una cita generalmente organizada por y para los más jóvenes, pero a la que no se cerraba la puerta a nadie. No se puede olvidar lo más importante de los bureos: tener la posibilidad de comenzar una relación, formalizar un noviazgo y construir un hogar.
Por supuesto, sonaba la música, que ponían los que sabían tocar la guitarra, la bandurria, el pito o el guitarro. Y no sólo se cantaba, también se bailaba. El baile que más se tocaba era la jota, el ritmo más antiguo y el que más recuerdan todos. El objetivo fundamental, divertirse, pero también crear formas de acercarse más a las chicas.
Los masoveros ponían en común el ocio sin necesidad de salir de su entorno.
En la actualidad en Mosqueruela se celebra un bureo para San Martín, en el mes de noviembre. Para recordar aquellos viejos tiempos donde los mayores enseñaban a los jóvenes la música y los bailes de aquella época.
Con motivo del bureo de San Martín pasamos una tarde muy entretenida, con la participación de gente de todas las edades y procedencias y disfrutando de porrón y pastas y de una cena en equipo. Como buena muestra, las instantáneas que compartimos a continuación. ¿Os animáis para la próxima?